Gianni Rodari (1920-1980) "Cuentos largos como una sonrisa" En tiempos muy antiguos, la ciudad de Huma estaba dominada por el tirano Kum, de una fuerza excepcional, rico y cruel. Huma había conocido otros tiranos, pero ninguno dotado de una fantasía tan perversa. Una mañana, Kum mandó llamar a su Primer Consejero, un tal Men. –¿Quién soy yo? –preguntó Kum a Men, con voz amenazadora. –Vos sois nuestro señor y dueño. –Bien dicho –rugió Kum–. Y si hubieras contestado de otra manera, habría mandado cortarte la cabeza. Y, ahora, dime: ¿quién es el dueño de Huma? –Vos sois el dueño de la ciudad y de todos los ciudadanos. Hasta el último cabello que nos crece en la cabellera os pertenece.
Garcilaso de la Vega 1499?-1536 Escrito está en mi alma vuestro gesto y cuanto yo escribir de vos deseo; vos sola lo escribistes, yo lo leo tan solo, que aun de vos me guardo en esto. En esto estoy y estaré siempre puesto; que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que no entiendo creo, tomando ya la fe por presupuesto. Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma misma os quiero; cuanto tengo confieso yo deberos; por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir y por vos muero.
Garcilaso de la Vega 1499?-1536 Hermosas ninfas, que, en el río metidas, contentas habitáis en las moradas de relucientes piedras fabricadas y en columnas de vidrio sostenidas; agora estéis labrando embebecidas o tejiendo las telas delicadas, agora unas con otras apartadas contándoos los amores y las vidas: dejad un rato la labor, alzando vuestras rubias cabezas a mirarme, y no os detendréis mucho según ando, que o no podréis de lástima escucharme, o convertido en agua aquí llorando, podréis allá despacio consolarme.
Pilar Álvarez EL PAÍS, 21/01/2026 “Yo no aguanto ir al colegio y no hay otra manera de no ir”, dejó escrito Diego en una carta a sus padres Diego dejó escrita una carta antes de suicidarse tirándose por la ventana del quinto piso de su vivienda el pasado 14 de octubre. En ella, este niño madrileño de 11 años se despedía de sus padres diciendo: “Nunca os olvidaré”. Además, dedicaba unas palabras a su abuelo, a su tío, a su hermanastra, y dejaba la siguiente frase: “Os digo esto porque yo no aguanto ir al colegio y no hay otra manera para no ir”. Los padres, Carmen y Manuel González, de 52 y 57 años, se aferran a esa carta para pedir que se reabra el caso de su hijo, alumno de un centro concertado religioso madrileño, por un posible acoso escolar. El juzgado de Instrucción 1 de Leganés (Madrid) archivó la causa en diciembre “al no poder determinarse que hubiera habido intermediación de terceros en la muerte del pequeño”, según fuentes judiciales. Los padres presentaron un recurso para
Juan Ramón Jiménez (1881-1958) Diario de un poeta recién casado (1916) Parece, mar, que luchas —¡Oh desorden sin fin, hierro incesante!— por encontrarte o porque yo te encuentre. ¡Qué inmenso demostrarte, en tu desnudez sola —sin compañera… o sin compañero según te diga el mar o la mar—, creando el espectáculo completo de nuestro mundo de hoy! Estás, como en un parto, dándote a luz —¡con qué fatiga!— a ti mismo, ¡mar único!, a ti mismo, a ti sólo y en tu misma y sola plenitud de plenitudes, …¡por encontrarte o porque yo te encuentre!
Fernando de Rojas (1470-1541) PÁRMENO.- ¿A dónde iremos, Sempronio? ¿A la cama a dormir o a la cocina a almorzar? SEMPRONIO.- Ve tú donde quisieres, que, antes que venga el día, quiero yo ir a Celestina a cobrar mi parte de la cadena. Que es una puta vieja, no le quiero dar tiempo en que fabrique alguna ruindad con que nos excluya. PÁRMENO.- Bien dices. Olvidádolo había. Vamos entrambos y, si en eso se pone, espantémosla de manera que le pese, que sobre dinero no hay amistad. SEMPRONIO.- ¡Ce, ce, calla!, que duerme cabe esta ventanilla. Ta, ta, señora Celestina, ábrenos. CELESTINA.- ¿Quién llama? SEMPRONIO.- Abre, que son tus hijos. CELESTINA.- No tengo yo hijos que anden a tal hora. SEMPRONIO.- Ábrenos a Pármeno y Sempronio, que nos venimos acá almorzar contigo. CELESTINA.- ¡Oh locos traviesos! Entrad, entrad. ¿Cómo venís a tal hora, que ya amanece? ¿Qué habéis hecho? ¿Qué os ha pasado? ¿Despidiose la esperanza de Calisto o vive todavía con ella, o cómo queda?
Garcilaso de la Vega 1499?-1536 A Dafne ya los brazos le crecían y en luengos ramos vueltos se mostraban; en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos qu'el oro escurecían; de áspera corteza se cubrían los tiernos miembros que aun bullendo 'staban; los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían. Aquel que fue la causa de tal daño, a fuerza de llorar, crecer hacía este árbol, que con lágrimas regaba. ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, que con llorarla crezca cada día la causa y la razón por que lloraba!
FERNANDO DE ROJAS La Celestina , ACTO IV Siglo XV ` ``[TEXTO ADAPTADO] ALISA.- Pues, Melibea, dale a Celestina lo que consideres razonable por el hilado. Y tú, madre, perdóname, otro día nos veremos con más calma CELESTINA.- Señora, el perdón sobraría donde el yerro falta. De Dios seas perdonada, que quedo en buena compañía. Dios la deje disfrutar su noble juventud y florida mocedad, que es el momento en que más placeres y mayores deleites se alcanzarán. Porque la vejez no es más que mesón de enfermedades, posada de preocupaciones, amiga de rencores, congoja continua, llaga incurable, lamento de lo pasado, pena de lo presente, miedo triste del porvenir, vecina de la muerte, choza sin techo a la que le entra la lluvia por todas partes, bastón de mimbre que con poca carga se dobla. MELIBEA.- ¿Por qué hablas, madre, tan mal de eso a lo que todo el mundo quiere llegar? CELESTINA.- Desea
Antonio Machado Finales del XIX-Principios del XX Soledades, galerías y otros poemas (1902/1907) Yo voy soñando caminos de la tarde. ¡Las colinas doradas, los verdes pinos, las polvorientas encinas!... ¿Adónde el camino irá? Yo voy cantando, viajero a lo largo del sendero... - La tarde cayendo está-. "En el corazón tenía la espina de una pasión; logré arrancármela un día: ya no siento el corazón". Y todo el campo un momento se queda, mudo y sombrío, meditando. Suena el viento en los álamos del río. La tarde más se oscurece; y el camino que serpea y débilmente blanquea se enturbia y desaparece. Mi cantar vuelve a plañir: "Aguda espina dorada, quién te pudiera sentir en el corazón clavada".
Don Juan Manuel: El Conde Lucanor o Libro de Patronio. Siglo XIV Otra vez, hablando el Conde Lucanor con Patronio, su consejero, le dijo que estaba muy preocupado por algo que quería hacer, pues, si acaso lo hiciera, muchas personas encontrarían motivo para criticárselo; pero, si dejara de hacerlo, creía él mismo que también se lo podrían censurar con razón. Contó a Patronio de qué se trataba y le rogó que le aconsejase en este asunto. -Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, ciertamente sé que encontraréis a muchos que podrían aconsejaros mejor que yo y, como Dios os hizo de buen entendimiento, mi consejo no os hará mucha falta; pero, como me lo habéis pedido, os diré lo que pienso de este asunto. Señor Conde Lucanor -continuó Patronio-, me gustaría mucho que pensarais en la historia de lo que ocurrió a un hombre bueno con su hijo. El conde le pidió que le contase lo que les había pasado, y así dijo Patronio: -Señor, sucedió que un buen hombre tenía un hijo qu