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Mostrando entradas de julio, 2011

"Canción del mendigo"

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José de Espronceda (Primera mitad del siglo XIX) Mío es el mundo: como el aire libre, otros trabajan porque coma yo; todos se ablandan si doliente pido una limosna por amor de Dios. El palacio, la cabaña son mi asilo, si del ábrego el furor troncha el roble en la montaña, o que inunda la campaña El torrente asolador. Y a la hoguera me hacen lado los pastores con amor. Y sin pena y descuidado de su cena ceno yo, o en la rica chimenea, que recrea con su olor, me regalo codicioso del banquete suntüoso con las sobras de un señor. Y me digo: el viento brama, caiga furioso turbión; que al son que cruje de la seca leña, libre me duermo sin rencor ni amor. Mío es el mundo como el aire libre...

"Canción del pirata"

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José de Espronceda (Primera mitad del siglo XIX) Con diez cañones por banda, viento en popa, a toda vela, no corta el mar, sino vuela un velero bergantín. Bajel pirata que llaman, por su bravura, El Temido, en todo mar conocido del uno al otro confín. La luna en el mar riela en la lona gime el viento, y alza en blando movimiento olas de plata y azul; y va el capitán pirata, cantando alegre en la popa, Asia a un lado, al otro Europa, y allá a su frente Istambul: Navega, velero mío sin temor, que ni enemigo navío ni tormenta, ni bonanza tu rumbo a torcer alcanza, ni a sujetar tu valor. Veinte presas hemos hecho a despecho del inglés y han rendido sus pendones cien naciones a mis pies. Que es mi barco mi tesoro, que es mi dios la libertad, mi ley, la fuerza y el viento, mi única patria, la mar.

"Dices que tienes corazón y sólo..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA LXXVII Dices que tienes corazón y sólo lo dices porque sientes sus latidos. Eso no es corazón...; es una máquina que al compás que se mueve hace ruido.

"Donde habita el olvido"

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Joaquín Sabina (1949- ) Cuando se despertó, no recordaba nada de la noche anterior, "demasiadas cervezas", dijo, al ver mi cabeza, al lado de la suya, en la almohada... y la besé otra vez, pero ya no era ayer, sino mañana. Y un insolente sol, como un ladrón, entró por la ventana. El día que llegó tenía ojeras malvas y barro en el tacón, desnudos, pero extraños, nos vio, roto el engaño de la noche, la cruda luz del alba. Era la hora de huir y se fue, sin decir: "llámame un día". Desde el balcón, la vi perderse, en el trajín de la Gran Vía. Y la vida siguió, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido, una vez me contó, un amigo común, que la vio donde habita el olvido.  

"Donde habite el olvido"

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Luis Cernuda (Primera mitad del siglo XX) Donde habite el olvido, En los vastos jardines sin aurora; Donde yo sólo sea Memoria de una piedra sepultada entre ortigas Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. Donde mi nombre deje Al cuerpo que designa en brazos de los siglos, Donde el deseo no exista. En esa gran región donde el amor, ángel terrible, No esconda como acero En mi pecho su ala, Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. Allí donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, Sometiendo a otra vida su vida, Sin más horizonte que otros ojos frente a frente. Donde penas y dichas no sean más que nombres, Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo; Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, Disuelto en niebla, ausencia, Ausencia leve como carne de niño. Allá, allá lejos; Donde habite el olvido.

¿De donde vengo..? El más horrible y áspero...

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA LXVI ¿De dónde vengo..? El más horrible y áspero de los senderos busca: Las huellas de unos pies ensangrentados sobre la roca dura; los despojos de un alma hecha jirones en las zarzas agudas, te dirán el camino que conduce a mi cuna. ¿A dónde voy? El más sombrío y triste de los páramos cruza, valle de eternas nieves y de eternas melancólicas brumas. En donde esté una piedra solitaria sin inscripción alguna, donde habite el olvido, allí estará mi tumba.

"Mi vida es un erial..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA LX Mi vida es un erial, flor que toco se deshoja; que en mi camino fatal alguien va sembrando el mal para que yo lo recoja.

""Hoy como ayer, mañana como hoy..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA LVI Hoy como ayer, mañana como hoy ¡y siempre igual! Un cielo gris, un horizonte eterno y andar..., andar. Moviéndose a compás como una estúpida máquina, el corazón; la torpe inteligencia del cerebro dormida en un rincón. El alma, que ambiciona un paraíso, buscándole sin fe; fatiga sin objeto, ola que rueda ignorando por qué. Voz que incesante con el mismo tono canta el mismo cantar; gota de agua monótona que cae, y cae sin cesar. Así van deslizándose los días unos de otros en pos, hoy lo mismo que ayer..., y todos ellos sin goce ni dolor. ¡Ay!, ¡a veces me acuerdo suspirando del antiguo sufrir... Amargo es el dolor; ¡pero siquiera padecer es vivir!

"Volverán las oscuras golondrinas..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA LIII Volverán las oscuras golondrinas en tu balcón sus nidos a colgar, y otra vez con el ala a sus cristales jugando llamarán. Pero aquellas que el vuelo refrenaban tu hermosura y mi dicha a contemplar, aquellas que aprendieron nuestros nombres, ésas... ¡no volverán! Volverán las tupidas madreselvas de tu jardín las tapias a escalar y otra vez a la tarde aún más hermosas sus flores se abrirán. Pero aquellas cuajadas de rocío cuyas gotas mirábamos temblar y caer como lágrimas del día.... ésas... ¡no volverán! Volverán del amor en tus oídos las palabras ardientes a sonar, tu corazón de su profundo sueño tal vez despertará. Pero mudo y absorto y de rodillas, como se adora a Dios ante su altar, como yo te he querido..., desengáñate, ¡así no te querrán!

"Olas gigantes que os rompéis bramando..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA LII Olas gigantes que os rompéis bramando en las playas desiertas y remotas, envuelto entre la sábana de espumas, ¡llevadme con vosotras! Ráfagas de huracán que arrebatáis del alto bosque las marchitas hojas, arrastrado en el ciego torbellino, ¡llevadme con vosotras! Nubes de tempestad que rompe el rayo y en fuego encienden las sangrientas orlas, arrebatado entre la niebla oscura, ¡llevadme con vosotras! Llevadme por piedad a donde el vértigo con la razón me arranque la memoria. ¡Por piedad!, ¡tengo miedo de quedarme con mi dolor a solas!

"Alguna vez la encuentro por el mundo...""

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XLIX Alguna vez la encuentro por el mundo, y pasa junto a mí; y pasa sonriéndose, y yo digo: "¿Cómo puede reír?" Luego asoma a mi labio otra sonrisa, máscara del dolor, y entonces pienso: "¡Acaso ella se ríe, como me río yo!"

"Antes que tú me moriré: escondido..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XXXVII Antes que tú me moriré: escondido en las entrañas ya el hierro llevo con que abrió tu mano la ancha herida mortal. Antes que tú me moriré: y mi espíritu, en su empeño tenaz, sentándose a las puertas de la muerte, allí te esperará. Con las horas los días, con los días los años volarán, y a aquella puerta llamarás al cabo... ¿Quién deja de llamar? Entonces que tu culpa y tus despojos la tierra guardará, lavándote en las ondas de la muerte como en otro Jordán. Allí, donde el murmullo de la vida temblando a morir va, como la ola que a la playa viene silenciosa a expirar. Allí donde el sepulcro que se cierra abre una eternidad... ¡Todo lo que los dos hemos callado lo tenemos que hablar!

"Como se arranca el hierro de una herida..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XLVIII Como se arranca el hierro de una herida su amor de las entrañas me arranqué, aunque sentí al hacerlo que la vida me arrancaba con él. Del altar que le alcé en el alma mía la voluntad su imagen arrojó, y la luz de la fe que en ella ardía ante el ara desierta se apagó. Aún turbando en la noche el firme empeño viene en la idea su visión tenaz... ¡Cuándo podré dormir con ese sueño en que acaba el soñar!

"Me ha herido recatándose en la sombra...-"

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XLVI Me ha herido recatándose en las sombras, sellando con un beso su traición. Los brazos me echó al cuello y por la espalda partióme a sangre fría el corazón. Y ella prosigue alegre su camino, feliz, risueña, impávida. ¿Y por qué? Porque no brota sangre de la herida. Porque el muerto está en pie.

"Yo me he asomado a las profundas simas..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XLVII Yo me he asomado a las profundas simas de la tierra y del cielo y les he visto el fin con los ojos o con el pensamiento. Mas, ¡ay! de un corazón llegué al abismo, y me incliné por verlo, y mi alma y mis ojos se turbaron: ¡tan hondo era y tan negro!

"Como en un libro abierto..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XLIV Como en un libro abierto leo de tus pupilas en el fondo; ¿a qué fingir el labio risas que se desmienten con los ojos? ¡Llora! No te avergüences de confesar que me quisiste un poco. ¡Llora! Nadie nos mira! Ya ves: soy un hombre... ¡y también lloro!

"Cuando me lo contaron sentí el frío..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XX) RIMA XLII Cuando me lo contaron sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas, me apoyé contra el muro, y un instante la conciencia perdí de donde estaba. Cayó sobre mi espíritu la noche, en ira y en piedad se anegó el alma, ¡Y entonces comprendi por qué se llora, Y entonces comprendi por qué se mata! Pasó la nube de dolor..., con pena logré balbucear breves palabras... ¿Quién me dio la noticia?... Un fiel amigo ¡Me hacia un gran favor!... Le di las gracias. ................................................................. Y además... "Cuando me lo contaron..."

"Tú eras el huracán yo la alta..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XLI Tú eras el huracán y yo la alta torre que desafía su poder: ¡tenías que estrellarte o que abatirme! ¡No pudo ser! Tú eras el océano y yo la enhiesta roca que firme aguarda su vaivén: ¡tenías que romperte o que arrancarme! ... ¡No pudo ser! Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados uno a arrollar, el otro a no ceder: la senda estrecha, inevitable el choque ... ¡No pudo ser!

"Su mano entre mis manos..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XL Su mano entre mis manos, sus ojos en mis ojos, la amorosa cabeza apoyada en mi hombro, ¡Dios sabe cuántas veces, con paso perezoso, hemos vagado juntos bajo los altos olmos que de su casa prestan misterio y sombra al pórtico! Y ayer... un año apenas, pasando como un soplo con qué exquisita gracia con qué admirable aplomo, me dijo al presentarnos un amigo oficioso: “Creo que alguna parte he visto a usted” ¡Ah, bobos que sois de los salones comadres de buen tono, y andáis por allí a caza de galantes embrollos. ¡Qué historía habéis perdido! ¡Qué manjar tan sabroso! para ser devorado “soto voce” en un corro, detrás de abanico de plumas de oro!

"¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) XXXIX ¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable, es altanera y vana y caprichosa; antes que el sentimiento de su alma, brotará el agua de la estéril roca. Sé que en su corazón, nido de sierpes, no hay una fibra que al amor responda; que es una estatua inanimada..., pero... ¡es tan hermosa!

"Los suspiros son aire, y van al aire..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XXXVIII ¡Los suspiros son aire y van al aire! ¡Las lágrimas son agua y van al mar! Dime, mujer, cuando el amor se olvida ¿sabes tú adónde va?

"Si de nuestros agravios en un libro..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XXXVI Si de nuestros agravios en un libro se escribiese la historia, y se borrase en nuestras almas cuanto se borrase en sus hojas; te quiero tanto aún; dejó en mi pecho tu amor huellas tan hondas, que sólo con que tú borrases una, ¡las borraba yo todas!

"Cruza callada y son sus movimientos..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XXXIV Cruza callada y son sus movimientos silenciosa armonía; suenan sus pasos, y al sonar recuerdan del himno alado la cadencia rítmica. Los entreabre, aquellos ojos tan claros como el día, y la tierra y el cielo, cuando abarcan, arden con nueva luz en sus pupilas. Ríe, y su carcajada tiene notas del agua fugitiva; llora, y es cada lágrima un poema de ternura infinita. Ella tiene la luz, tiene el perfume, el color y la línea, la forma, engendradora de deseos, la expresión, fuente eterna de poesía. ¿Que es estúpida?... ¡Bah!, mientras, callando guarde obscuro el enigma, siempre valdrá, a mi ver, lo que ella calla más que lo que cualquiera otra me lo diga .

"Es cuestión de palabras, y, no obstante..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XIX) RIMA XXXIII Es cuestión de palabras, y, no obstante, ni tú ni yo jamás, después de lo pasado, convendremos en quién la culpa está. ¡Lástima que el amor un diccionario no tenga dónde hallar cuándo el orgullo es simplemente orgullo y cuándo es dignidad!

"Por una mirada, un mundo..."

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Gustavo Adolfo Bécquer (Segunda mitad del siglo XX) RIMA XXIII Por una mirada, un mundo, por una sonrisa, un cielo, por un beso... ¡yo no sé que te diera por un beso!