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Mostrando entradas de diciembre, 2011

"Héroes"

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Nach Un día en suburbia (2008) En cada sacrificio, en cada mirada al precipicio, en la guerra por sobrevivir, los héroes resisten. Para quien seca sus lágrimas sin darse por perdido y, a pesar de la fatiga, sigue su camino. Para quien lucha, para quien sigue vivo, buscando un sentido. Los mayores héroes són desconocidos. Para quien seca sus lágrimas sin darse por perdido y, a pesar de la fatiga, sigue su camino. Para quien lucha, para quien sigue vivo, buscando un sentido. Los mayores héroes són desconocidos. La vía fácil le tentaba tanto, nunca fué un santo en su barriada, el desencanto lo barria el polvo blanco. Así pasaba cada tarde a ciegas, rutina de calo y trago, con colegas. en su esquina, haciendo el vago. Con diecisiete y míralo, tan pícaro lo habrá probado todo menos el tacto de un pétalo, flor de mujer, placer negado para un ser tan tímido; hasta que una noche en sábado, cuando la vió subió su líbido. Primer polvo en un Volvo y sin preservativos, ella consintió y del f

"Nochebuena"

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Eduardo Galeano El libro de los abrazos (1989) Fernando Silva dirige el hospital de niños en Managua. En vísperas de Navidad, se quedó trabajando hasta muy tarde. Ya estaban sonando los cohetes, y empezaban los fuegos artificiales a iluminar el cielo, cuando Fernando decidió marcharse. En su casa lo esperaban para festejar. Hizo una última recorrida por las salas, viendo si todo queda en orden, y en eso estaba cuando sintió que unos pasos lo seguían. Unos pasos de algodón; se volvió y descubrió que uno de los enfermitos le andaba atrás. En la penumbra lo reconoció. Era un niño que estaba solo. Fernando reconoció su cara ya marcada por la muerte y esos ojos que pedían disculpas o quizá pedían permiso. Fernando se acercó y el niño lo rozó con la mano: -Decile a... -susurró el niño- Decile a alguien, que yo estoy aquí.

"Castilla"

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Manuel Machado (1874-1947)  El ciego sol se estrella en las duras aristas de las armas, llaga de luz los petos y espaldares y flamea en las puntas de las lanzas. El ciego sol, la sed y la fatiga. Por la terrible estepa castellana, al destierro, con doce de los suyos, -polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga. Cerrado está el mesón a piedra y lodo... Nadie responde. Al pomo de la espada y al cuento de las picas, el postigo va a ceder... ¡Quema el sol, el aire abrasa! A los terribles golpes, de eco ronco, una voz pura, de plata y de cristal responde... Hay un niña muy débil y muy blanca, en el umbral. Es toda ojos azules; y en los ojos, lágrimas. Oro pálido nimba su carita curiosa y asustada. “¡Buen Cid! Pasad... El rey nos dará muerte, arruinará la casa y sembrará de sal el pobre campo que mi padre trabaja... Idos. El Cielo os colme de venturas... En nuestro mal ¡oh Cid! No ganáis nada.” Calla la niña y llora sin gemido... Un sollozo infantil cruza la escuadra de feroces

"Cantar de Mio Cid: la guerra"

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Cantar de Mio Cid Anónimo- Siglos XII-XIII  Embrazaron los escudos delante del corazón: las lanzas ponen en ristre envueltas en su pendón; todos inclinan las caras por encima del arzón y arrancan contra los moros con muy bravo corazón. A grandes voces decía el que en buena hora nació: "¡Heridlos, mis caballeros, por amor del Creador, aquí está el Cid, Don Rodrigo Diaz el Campeador!". Todos caen sobre aquel grupo donde Bermúdez se entró Éranse trescientas lanzas, cada cual con su pendón. Cada guerrero del Cid a un enemigo mató, al revolver para atrás otros tantos muertos son. Allí vierais tantas lanzas, todas subir y bajar, allí vierais tanta adarga romper y agujerear, las mallas de las lorigas allí vierais quebrantar y tantos pendones blancos que rojos de sangre están y tantos buenos caballos que sin sus jinetes van. Gritan los moros: “¡Mahoma”; “¡Santiago!”, la cristiandad. Por aquel campo caídos, en un poco de lugar de moros