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Mostrando entradas de mayo, 2012

Soneto V: "Escrito está en mi alma vuestro gesto..."

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Garcilaso de la Vega 1499?-1536 Escrito está en mi alma vuestro gesto y cuanto yo escribir de vos deseo; vos sola lo escribistes, yo lo leo tan solo, que aun de vos me guardo en esto. En esto estoy y estaré siempre puesto; que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo, de tanto bien lo que no entiendo creo, tomando ya la fe por presupuesto. Yo no nací sino para quereros; mi alma os ha cortado a su medida; por hábito del alma misma os quiero; cuanto tengo confieso yo deberos; por vos nací, por vos tengo la vida, por vos he de morir y por vos muero.

Soneto XIII: "A Dafne ya los brazos le crecían..."

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Garcilaso de la Vega 1499?-1536 A Dafne ya los brazos le crecían y en luengos ramos vueltos se mostraban; en verdes hojas vi que se tornaban los cabellos qu'el oro escurecían; de áspera corteza se cubrían los tiernos miembros que aun bullendo 'staban; los blancos pies en tierra se hincaban y en torcidas raíces se volvían. Aquel que fue la causa de tal daño, a fuerza de llorar, crecer hacía este árbol, que con lágrimas regaba. ¡Oh miserable estado, oh mal tamaño, que con llorarla crezca cada día la causa y la razón por que lloraba!

Soneto XXXII: "Estoy contino en lágrimas bañado..."

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Garcilaso de la Vega 1499?-1536 Estoy contino en lágrimas bañado, rompiendo siempre el aire con sospiros; y más me duele el no osar deciros que he llegado por vos a tal estado, que viéndome do estoy, y lo que he andado por el camino estrecho de seguiros, si me quiero tornar para huiros, desmayo viendo atrás lo que he dejado: y si quiero subir a la alta cumbre, a cada paso espántame en la vía ejemplos tristes de los que han caído. Sobre todo, me falta ya la lumbre de la esperanza, con que andar solía por la oscura región de vuestro olvido.

Canción V: "Oda a la flor de Gnido"

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Garcilaso de la Vega 1499?-1536 Si de mi baja lira tanto pudiese el son que en un momento aplacase la ira del animoso viento y la furia del mar y el movimiento; y en ásperas montañas con el süave canto enterneciese las fieras alimañas, los árboles moviese y al son confusamente los trujiese, no pienses que cantado sería de mí, hermosa flor de Gnido, el fiero Marte airado, a muerte convertido, de polvo y sangre y de sudor teñido; ni aquellos capitanes en las sublimes ruedas colocados, por quien los alemanes, el fiero cuello atados, y los franceses van domesticados; mas solamente aquella fuerza de tu beldad sería cantada, y alguna vez con ella también sería notada el aspereza de que estás armada:

Egloga II (fragmento)

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Garcilaso de la Vega 1499?-1536 (Salicio:) ¡Cuán bienaventurado aquél puede llamarse que con la dulce soledad s’abraza, y vive descuidado y lejos d’empacharse en lo que al alma impide y embaraza! No ve la llena plaza ni la soberbia puerta de los grandes señores, ni los aduladores a quien la hambre del favor despierta; no le será forzoso rogar, fingir, temer y estar quejoso. A la sombra holgando d’un alto pino o robre o d’alguna robusta y verde encina, el ganado contando de su manada pobre que en la verde selva s’avecina, plata cendrada y fina y oro luciente y puro bajo y vil le parece, y tanto lo aborrece que aun no piensa que dello está seguro, y como está en su seso, rehuye la cerviz del grave peso. Convida a un dulce sueño aquel manso rüido del agua que la clara fuente envía, y las aves sin dueño, con canto no aprendido, hinchen el aire de dulce armonía. Háceles compañía, a la sombra volando y entre varios olores gustando tiernas flores, la solícita abeja susurrando; los

Égloga I

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Garcilaso de la Vega 1499?-1536 El dulce lamentar de dos pastores Salicio juntamente y Nemoroso, he de contar, sus quejas imitando; cuyas ovejas al cantar sabroso estaban muy atentas, los amores, (de pacer olvidadas) escuchando. Tú, que ganaste obrando un nombre en todo el mundo y un grado sin segundo, agora estés atento sólo y dado el ínclito gobierno del estado Albano; agora vuelto a la otra parte, resplandeciente, armado, representando en tierra el fiero Marte; (...) Saliendo de las ondas encendido, rayaba de los montes al altura el sol, cuando Salicio, recostado al pie de un alta haya en la verdura, por donde un agua clara con sonido atravesaba el fresco y verde prado, él, con canto acordado al rumor que sonaba, del agua que pasaba, se quejaba tan dulce y blandamente como si no estuviera de allí ausente la que de su dolor culpa tenía; y así, como presente, razonando con ella, le decía: