"Carta de Pedro Salinas a Katherine Whitmore"
(1891-1951)
"De noche me he despertado, a altas horas, alarmado, como si hubiese
oído un grito, y era sólo mi alma, que se preguntaba, anhelosa: '¿Te
querrá aún?'. Sensación espantosa de que en aquel momento, sin que yo
pudiese hacer nada por evitarlo, tú estabas empezando a dejar de
quererme. Pero tú, Katherine, con un tacto y una delicadeza
incomparables, poco a poco, has ido venciendo, has ido inclinándome a
creer en una posibilidad de nuestro amor. En la posibilidad de nuestro
amor. En la posibilidad esencial, básica, la interior. Y en la otra,
asimismo, alma, en la exterior. 'Nos veremos. No lo dudes nunca'. Así,
¡qué gusto, qué alegría! El niño débil que hay en mí se consuela en
estas palabras, se refugia en ellas, cobra ánimos y fuerza, cree en
todo, todo posible. Lo exterior y lo interior. El plazo inmenso, sin
límite, de querernos, y el plazo concreto, con fecha de vernos. Mi alma,
mi vida necesitan saber que tu amor es posible lejos y cerca, entre tus
brazos y con tu sombra. Tenía un temor, inmenso. Se me representaba
imposible. Katherine, vas venciendo. Otra victoria tuya. No creas, no,
que estoy seguro, no, que no dudo ya. Eso no será jamás. Tu amor es
demasiado precioso para que yo me crea firmemente su dueño. Siempre
temblaré, Katherine. Seguridad, nunca. Confianza, sí. Ésa es la victoria
que estás ganando, alma, lo mismo en lo general que en los detalles.
Tengo confianza. Vivo más tranquilo, camino por mis días con menos
recelo. Pero no olvido que la vida y todas sus grandes cosas son eternas
y momentáneas, y que de pronto en un instante podemos quedarnos ciegos
en medio de la luz, muertos en medio de la vida, solos en medio del
amor."