El guante de Allie
(1919-2010)
El guardián entre el centeno (1951)
Al final le dije por las buenas que tenia que escribir una
composición para Stradlater y que a ver si se iba para que pudiera
concentrarme un poco. Por fin se largó, pero al cabo de remolonear
horas y horas. Cuando se fue me puse el pijama, la bata y la gorra de
caza y me senté a escribir la composición.
Lo malo es que no podía acordarme de ninguna habitación ni de
ninguna casa como me había dicho Stradlater. Pero como de todas
formas no me gusta escribir sobre cuartos ni edificios ni nada de
eso, lo que hice fue describir el guante de béisbol de mi hermano
Allie, que era un tema estupendo para una redacción. De verdad. Era
un guante para la mano izquierda porque mi hermano era zurdo. Lo
bonito es que tenia poemas escritos en tinta verde en los dedos y por
todas partes. Allie los escribió para tener algo que leer cuando
estaba en el campo esperando. Ahora Allie esta muerto. Murió de
leucemia el 18 de julio de 1946 mientras pasábamos el verano en
Maine. Les hubiera gustado conocerle. Tenia dos años menos que yo y
era cincuenta veces más inteligente. Era enormemente inteligente. Sus
profesores escribían continuamente a mi madre para decirle que era
un placer tener en su clase a un niño como mi hermano. Y no lo
decían porque si. Lo decían de verdad. Pero no era sólo el más
listo de la familia. Era también el mejor en muchos otros aspectos.
Nunca se enfadaba con nadie. Dicen que los pelirrojos tienen mal
genio, pero Allie era una excepción, y eso que tenia el pelo más
rojo que nadie. Les contaré un caso para que se hagan una idea.
Empecé a jugar al golf cuando tenía sólo diez años. Recuerdo una vez,
el verano en que cumplí los doce años, que estaba jugando y de
repente tuve el presentimiento de que si me volvía vería a Allie.
Me volví y allí estaba mi hermano, montado en su bicicleta, al otro
lado de la cerca que rodeaba el campo de golf. Estaba nada menos que
a unas ciento cincuenta yardas de distancia, pero le vi claramente.
Tan rojo tenia el pelo. ¡Dios, qué buen chico era! A veces en la mesa
se ponía a pensar en alguna cosa y se reía tanto que poco le
faltaba para caerse de la silla. Cuando murió tenia solo trece años
y pensaron en llevarme a un siquiatra y todo porque hice añicos
todas las ventanas del garaje. Comprendo que se asustaran. De verdad.
La noche que murió dormí en el garaje y rompí todos los cristales
con el puño sólo de la rabia que me dio. Hasta quise romper las
ventanillas del coche que teníamos aquel verano, pero me había roto
la mano y no pude hacerlo. Pensarán que fue una estupidez pero es
que no me daba cuenta de lo que hacía y además ustedes no conocían
a Allie. Todavía me duele la mano algunas veces cuando llueve y no
puedo cerrar muy bien el puño, pero no me importa mucho porque no
pienso dedicarme a cirujano, ni a violinista, ni a ninguna de esas
cosas.
Pero, como les decía, escribí la redacción sobre el guante de
béisbol de Allie. Daba la casualidad de que lo tenia en la maleta
así que copié directamente los poemas que tenia escritos. Solo que
cambie el nombre de Allie para que nadie se diera cuenta de que era
mi hermano y pensaran que era el de Stradlater. No me gustó mucho
usar el guante para una composición, pero no se me ocurría otra
cosa. Además, como tema me gustaba. Tardé como una hora porque tuve
que utilizar la máquina de escribir de Stradlater, que se atascaba
continuamente. La mía se la había prestado a un tío del mismo
pasillo.