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Mostrando entradas de enero, 2014

Las tres señoritas

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Ana María Matute (1926-) El polizón del Ulises (1965) La historia que voy a contar arranca de cierta noche de mayo, en casa de las tres señoritas. Ocurrió hace tiempo, pero la verdad es que lo mismo pudo ocurrir hace cien años, que dentro de otros cien, que ayer, o que hoy. Porque esta es solo la historia de un muchachito que, un buen día, creció. Pues bien, cierta noche de mayo, de cualquier año, de cualquier país, llamaron con tres fuertes aldabonazos a la puerta de las tres señoritas. Las tres señoritas se llamaban Etelvina, Leocadia y Manuelita. Las tres eran hermanas, huérfanas de un rico terrateniente, y solteras. Ninguna de las tres se casó, porque:

Del árbol de los tiempos...

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 Félix Grande (1937-2014) Del árbol de los tiempos nos hemos desprendido bajo todo un sistema de galaxias de años; y ahora estamos mirándonos y nos vemos extraños igual que dos océanos que se hubieran unido; hemos viajado tanto, es tan hondo el misterio de coincidir, y amarse, desde vías tan remotas; aún estamos buscándonos en el tiempo: dos motas de polvo de ciprés tanteando un cementerio; nos estamos mirando como dos aves pobres, lastimados de vuelo, lastimados de espacio, lastimados del tiempo que nos ha estado viendo; nos estamos mirando lo mismo que dos sobres cerrados el uno frente al otro que, despacio, se van abriendo, se van abriendo, se van abriendo.

El guante de Allie

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J.D. Salinger (1919-2010) El guardián entre el centeno (1951) Al final le dije por las buenas que tenia que escribir una composición para Stradlater y que a ver si se iba para que pudiera concentrarme un poco. Por fin se largó, pero al cabo de remolonear horas y horas. Cuando se fue me puse el pijama, la bata y la gorra de caza y me senté a escribir la composición.   Lo malo es que no podía acordarme de ninguna habitación ni de ninguna casa como me había dicho Stradlater. Pero como de todas formas no me gusta escribir sobre cuartos ni edificios ni nada de eso, lo que hice fue describir el guante de béisbol de mi hermano Allie, que era un tema estupendo para una redacción. De verdad. Era un guante para la mano izquierda porque mi hermano era zurdo. Lo bonito es que tenia poemas escritos en tinta verde en los dedos y por todas partes. Allie los escribió para tener algo que leer cuando estaba en el campo esperando. Ahora Allie esta muerto. Murió de leucemia el 18 de julio

El atraco

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José Luis Alonso de Santos (1942-) La estanquera de Vallecas (1981)   CUADRO PRIMERO Antiguo estanco de Vallecas. El tabaco quieto, ordenado, serio y en filas, como en la mili. Un derroche de luz penetra por la vieja puerta de madera abierta de par en par. Detrás del mostrador de pino despacha una anciana de aspecto rural. Es un día cualquiera en una hora cualquiera y se escuchan fuera los miles de ruidos que van y vienen a lo suyo. De pronto rompe la armonía el latido de dos corazones fuera de madre, y recortan su negra silueta en la luz de la puerta dos sinvergüenzas dispuestos a todo. Merodean de aquí para allá, primero uno y luego otro, buscando el momento propicio. Al fin se deciden y, viendo que no hay nadie, entra uno, quedándose el otro a vigilar la puerta. TOCHO. Un paquete de Fortuna, señora. (La anciana se lo alcanza y él se busca los duros disimulando, mientras el otro vigila de reojo. A una seña se lanzan al lío, amaneciendo en un tris en las manos

Tocho y Ángeles

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José Luis Alonso de Santos (1942-) La estanquera de Vallecas (1981) ÁNGELES. ¿Hace mucho que robas? TOCHO. Y a ti qué te importa. ÁNGELES. Pues yo una vez salí con uno que robaba los casetes de los coches. TOCHO. (Despectivo.) ¡Casetes! (Sigue moviendo la pistola tratando de impresionarla.) Oye, ¿y a ti te ha dicho alguien que estás más buena que el pan? ÁNGELES. No. TOCHO. Pues te lo digo yo. ¿Pasa algo? ÁNGELES. No. TOCHO. ¡Ah!, por eso. Y qué, ¿la vieja te tiene en conserva como los tomates pa meterte monja? ÁNGELES. No.

La escena del balcón

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William Shakespeare (1564-1616) Romeo y Julieta Bajo el balcón de Julieta. (Romeo entra sin ser visto en el palacio de los Capuleto. Julieta aparece en una ventana) Romeo:- ¡Silencio! ¿Qué resplandor se abre paso a través de aquella ventana? ¡Es el Oriente, y Julieta, el sol! ¡Surge, esplendente sol, y mata a la envidiosa luna, lánguida y pálida de sentimiento porque tú, su doncella, la has aventajado en hermosura! ¡No la sirvas, que es envidiosa! Su tocado de vestal es enfermizo y amarillento, y no son sino bufones los que lo usan, ¡Deséchalo! ¡Es mi vida, es mi amor el que aparece!… Habla… más nada se escucha; pero, ¿qué importa? ¡Hablan sus ojos; les responderé!…Soy demasiado atrevido. No es a mi a quien habla. Las más resplandecientes estrellas de todo el cielo, teniendo algún quehacer ruegan a sus ojos que brillen en sus esferas hasta su retorno. ¿Y si los ojos de ella estuvieran en el firmamento y las estrellas en su rostro? ¡El fulgor de sus mejillas avergonz

Las siete y media, y su peligro

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Pedro Muñoz-Seca (1879-1936) La venganza de Don Mendo (1918) (Mendo, apuesto caballero como de treinta años, bien vestido y mejor armado.) MAGDALENA.– (Yendo hacia él y cayendo en sus brazos.) ¡Don Mendo! MENDO.– (Declamando tristemente.) ¡Magdalena! Hoy no vengo a tu lado cual otras noches, loco, apasionado... porque hoy traigo una pena que a mi pecho destroza, Magdalena. MAGDALENA.– ¿Tú triste? ¿Tú apenado? ¿Tú sufriendo? ¿Pero qué estoy oyendo? Relátame tus cuitas, ¡oh, don Mendo! (Ofreciéndole una dura banqueta, bastante incómoda.) Acomódate aquí. MENDO.– Preferiría aquél, de cuero, blando catrecillo, pues del arzón, sin duda, vida mía, tengo no sé si un grano o un barrillo. MAGDALENA.– ¡Y has venido sufriendo! MENDO.– ¡Mucho!... ¡Mucho! MAGDALENA.– ¿Cómo no quieres, di, que te idolatre? Apóyate en mi brazo, ocupa el catre y cuéntame tu mal, que ya te escucho.  (Ocupa don Mendo un catrecillo

Marta, Sebas, Guille y los demás

Amaral Pájaros en la cabeza ( 2005) Marta me llamó  a las seis hora española. Sólo para hablar,  sólo se sentía sola porque Sebas se marchó  de vuelta a Buenos Aires. El dinero se acabó,  ya no hay sitio para nadie. ¿Dónde empieza y donde acabará el destino que nos une   y que nos separará?

"Así estoy yo sin ti"

  Joaquín Sabina (1949- ) Hotel, dulce hotel (1987)   Extraño como un pato en el Manzanares, torpe como un suicida sin vocación, absurdo como un belga por soleares, vacío como una isla sin Robinson, oscuro como un túnel sin tren expreso, negro como los ángeles de Machín, febril como la carta de amor de un preso…, Así estoy yo, así estoy yo, sin ti. Perdido como un quinto en día de permiso, como un santo sin paraíso, como el ojo del maniquí, huraño como un dandy con lamparones, como un barco sin polizones…, así estoy yo, así estoy yo, sin ti. Más triste que un torero al otro lado del telón de acero. Así estoy yo, así estoy yo, sin ti.

El Domine Cabra

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  Francisco de Quevedo ( 1580-1645) El Buscón (1626) Entramos, primero domingo después de Cuaresma, en poder de la hambre viva, porque tal laceria no admite encarecimiento. Él era un clérigo cerbatana, largo sólo en el talle, una cabeza pequeña, pelo bermejo; no hay más que decir para quien sabe el refrán que dice: "ni gato ni perro de aquella color" ; los ojos avecindados en el cogote, que parecía que miraba por cuévanos, tan hundidos y oscuros que era buen sitio el suyo para tiendas de mercaderes; la nariz, entre Roma y Francia, porque se le había comido de unas búas de resfriado, que aun no fueron de vicio porque cuestan dinero; las barbas descoloridas de miedo de la boca vecina, que de pura hambre parecía que amenazaba a comérselas; los dientes, le faltaban no sé cuántos, y pienso que por holgazanes y vagamundos se lo

"A una mujer pequeña"

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  Francisco de Quevedo (1580-1645) Mi juguete, mi sal, mi niñería, dulce muñeca mía, dad atención a cuatro desvaríos y sed sujeto de los versos míos; pero sois tan nonada, que os prometo que aún no sé si llegáis a ser sujeto.      Dicen que un tiempo tan cobarde anduve, que por vos muerto estuve, y yo digo de mí, que, si os quería, por poquísima cosa me moría; pero sé, que aunque me he visto loco, que cuando os quise a vos, quise muy poco.