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Mostrando entradas de septiembre, 2016

Los frutos de la educación

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Leandro Fernández de Moratín   (1760-1828) El sí de las niñas Acto III, Escena VIII DON DIEGO.-   No tengo empeño de saber más... Pero de todo lo que acabo de oír resulta una gravísima contradicción. Usted no se halla inclinada al estado religioso, según parece. Usted me asegura que no tiene queja ninguna de mí, que está persuadida de lo mucho que la estimo, que no piensa casarse con otro, ni debo recelar que nadie dispute su mano... Pues ¿qué llanto es ése? ¿De dónde nace esa tristeza profunda, que en tan poco tiempo ha alterado su semblante de usted, en términos que apenas le reconozco? ¿Son éstas las señales de quererme exclusivamente a mí, de casarse gustosa conmigo dentro de pocos días? ¿Se anuncian así la alegría y el amor?   (Vase iluminando lentamente la escena, suponiendo que viene la luz del día.)  

Deber de hija

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Leandro Fernández de Moratín   (1760-1828) El sí de las niñas Acto II, Escena IV DOÑA IRENE.-   Pues mucho será que Don Diego no haya tenido algún encuentro por ahí, y eso le detenga. Cierto que es un señor muy mirado, muy puntual... ¡Tan buen cristiano! ¡Tan atento! ¡Tan bien hablado! ¡Y con qué garbo y generosidad se porta!... Ya se ve, un sujeto de bienes y posibles... ¡Y qué casa tiene! Como un ascua de oro la tiene... Es mucho aquello. ¡Qué ropa blanca! ¡Qué batería de cocina! ¡Y qué despensa, llena de cuanto Dios crió!... Pero tú no parece que atiendes a lo que estoy diciendo.  DOÑA FRANCISCA.-   Sí, señora, bien lo oigo; pero no la quería interrumpir a usted.  DOÑA IRENE.-   Allí estarás, hija mía, como el pez en el agua. Pajaritas del aire que apetecieras las tendrías, porque como él te quiere tanto, y es un caballero tan de bien y tan temeroso de Dios... Pero mira, Francisquita, que me cansa de veras el que siempre que te hablo de esto hayas dado en la flor d

"Los dos amigos y el oso"

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Félix Mª de Samaniego (1745-1801) A dos amigos se aparece un oso: el uno, muy medroso, en las ramas de un árbol se asegura; El otro, abandonado a la ventura, se finge muerto repentinamente. El oso se le acerca lentamente; mas como este animal, según se cuenta, de cadáveres nunca se alimenta, sin ofenderlo lo registra y toca, huélele las narices y la boca; no le siente el aliento, ni el menor movimiento; y así, se fue diciendo sin recelo: «este tan muerto está como mi abuelo.» Entonces el cobarde, de su grande amistad haciendo alarde, del árbol se desprende muy ligero, corre, llega y abraza al compañero, pondera la fortuna de haberle hallado sin lesión alguna, y al fin le dice: «Sepas que he notado que el oso te decía algún recado. ¿Qué pudo ser?» «Diréte lo que ha sido; estas dos palabritas al oído: aparta tu amistad de la persona que si te ve en el riesgo, te aband

"El burro flautista"

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 Tomás de Iriarte (1750-1761)   Esta fabulilla, salga bien o mal, me ha ocurrido ahora por casualidad. Cerca de unos prados que hay en mi lugar, pasaba un borrico por casualidad. Una flauta en ellos halló, que un zagal se dejó olvidada por casualidad. Acercóse a olerla el dicho animal, y dio un resoplido por casualidad. En la flauta el aire se hubo de colar, y sonó la flauta por casualidad. «¡Oh!», dijo el borrico, «¡qué bien sé tocar! ¡y dirán que es mala la música asnal!». Sin reglas del arte, borriquitos hay que una vez aciertan por casualidad.

Cartas de Gazel

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José Cadalso (1741-1782) Cartas marruecas        He logrado quedarme en España después del regreso de nuestro embajador, como lo deseaba muchos días ha, y te lo escribí varias veces durante su mansión en Madrid. (…) Me hallo vestido como estos cristianos, introducido en muchas de sus casas, poseyendo su idioma, y en amistad muy estrecha con un cristiano llamado Nuño Núñez, que es hombre que ha pasado por muchas vicisitudes de la suerte, carreras y métodos de vida. Se halla ahora separado del mundo y, según su expresión, encarcelado dentro de sí mismo. En su compañía se me pasan con gusto las horas, porque procura instruirme en todo lo que pregunto; y lo hace con tanta sinceridad, que algunas veces me dice: de eso no entiendo; y otras: de eso no quiero entender. Con estas proporciones hago ánimo de examinar no sólo la corte, sino todas las provincias de la península. Observaré las costumbres de este pueblo, notando las que le son comunes con las de otros países de Europa, y l

Modas

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Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) Teatro Crítico Universal (1726-1739) Siempre la moda fue la moda. Quiero decir que siempre el mundo fue inclinado a los nuevos usos. Esto lo lleva de suyo la misma naturaleza. Todo lo viejo fastidia. El tiempo todo lo destruye. A lo que no quita la vida, quita la gracia… Piensan algunos que la variación de las modas depende de que sucesivamente se va refinando más el gusto, o la inventiva de los hombres cada día es más delicada. ¡Notable engaño! No agrada la moda nueva por mejor, sino por nueva. Aún dije demasiado. No agrada porque es nueva, sino porque se juzga que lo es, y por lo común se juzga mal. Los modos de vestir que hoy llamamos nuevos, por la mayor parte son antiquísimos. […] Pero, aunque en todos tiempos reinó la moda, está sobre muy distinto pie en éste que en los pasados su imperio. Antes el gusto mandaba en la moda, ahora la moda manda en el gusto. Ya no se deja un modo de vestir porque fastidia, ni porque el nuevo par